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Como le ha sucedido desde hace ya algunos años, la senadora Dianne Feinstein se confundió tras anunciar su jubilación. El martes por la tarde el equipo de la demócrata publicó un comunicado en que afirmaba que dejará el escaño tras 32 años, ya como una nonagenaria. Minutos después un enjambre de periodistas le perseguía por los pasillos del Capitolio, a la caza de unas declaraciones. Cuando Feinstein se los encontró, y fue preguntada por la jubilación, les respondió que no sabía de qué le hablaban, frunciendo el ceño. Una de sus asistentes le recordó: «Senadora, hemos puesto un comunicado». «Ah, pues si lo hemos puesto, así será», zanjó ella. El estado cognitivo de Feinstein, que hoy tiene 89 años, ha sido una fuente de preocupación en Washington por unos años. Las alarmas saltaron cuando la senadora comenzó a repetir las mismas frases en sus intervenciones en el hemiciclo. Lobistas, asesores y visitantes contaban tras verse con ella que debían presentarse dos o tres veces durante el curso de una sola conversación en su despacho. En un bochornoso incidente, un grupo de niños fue a verla para pedirle que tomara medidas concretas para luchar contra el calentamiento global, y ella les soltó una reprimenda sobre cómo no tenían ni idea de cómo funciona Washington y que acababa de ser reelegida. Con esos traspiés, Feinstein se ha convertido en la cara del patente envejecimiento de la clase política estadounidense. El presidente Biden buscará la reelección en 2024 a los 81 años. Nancy Pelosi , que hasta enero fue presidenta de la Cámara de Representantes, dejó el cargo a los 82 años pero sigue en su escaño. El senador republicano Chuck Grassley tiene 88 años. Bernie Sanders , eterno aspirante a presidente de la izquierda demócrata, cuenta 80. Donald Trump se presentará a sus terceras elecciones a los 78. En EE.UU. los únicos límites de edad para ser presidente son haber cumplido los 35, 30 para el Senado y 25 para la Cámara de Representantes, nada más. Feinstein comenzó en la política local de San Francisco en los años 70. Asumió la alcaldía en 1978 cuando el alcalde George Moscone y el activista gay y concejal Harvey Milk fueron asesinados. [El actor Sean Penn ganó en 2009 el Óscar al mejor actor por interpretar a Milk]. Como alcaldesa hasta 1988, Feinstein se negó a cerrar las saunas gays y otros negocios en los que se estaba propagando el VIH con sexo sin protección, lo que según algunas investigaciones facilitó que se extendiera la epidemia de sida. Se presentó a gobernadora de California en 1990, pero perdió frente al candidato republicano. En 1992 pasó a presentarse a senadora por ese estado, cargo que se ostenta por seis años, y ha ganado cinco elecciones. Aunque hoy de la senadora Feinstein se habla sobre todo por los riesgos de ostentar a tan avanzada edad un cargo de tanta relevancia —sólo hay dos senadores por estado, en una sala de 100 escaños— lo cierto es que su paso por el Senado está plagado de momentos decisivos para su partido y para la nación, como cuando propuso y logró aprobar un veto a la compra de armas de asalto para evitar masacres, que ya ha expirado, o cuando, como presidenta de la Comisión de Inteligencia, presionó y logró que la CIA admitiera su programa de torturas en el extranjero. [En 2019, la actriz Annette Bening la interpretó en una película titulada ‘El informe’]. Este anuncio de jubilación casi forzosa tampoco debe sorprenderle tanto a la propia senadora. Le correspondía, por edad y partido, ser presidenta ‘pro tempore’ del Senado en la legislatura que comenzó en enero, pero anunció el año pasado que renunciaba ‘motu proprio’ al cargo. Se entiende, pues hubiera sido tercera en la línea de sucesión del presidente , tras la vicepresidenta y el presidente de la Cámara de Representantes.
