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Por primera vez en 60 años, la Conferencia de Seguridad de Múnich, el Davos de la Defensa, se celebra con una guerra en suelo europeo y los organizadores no han invitado ni al Gobierno ruso ni a los altos mandos de su Ejército, asistentes habituales al encuentro. «Somos demasiado buenos como para ofrecer a estos criminales de guerra del Kremlin un escenario para su propaganda», ha justificado Christoph Heusgen , asesor de Merkel, que asume en esta edición la dirección de la Conferencia. Rusia estará solamente representada por opositores como Mikhail Khodorkovsky , que presentará su libro titulado ‘Cómo matar a un dragón’. El Gobierno de Teherán tampoco ha sido invitado y el turco no acude debido, en este caso, al reciente terremoto, lo que privará de interlocutores cruciales sobre la adhesión de Finlandia y Suecia a la OTAN. Estas ausencias son el síntoma manifiesto de que la Conferencia de Seguridad de Múnich ha pasado a modo de guerra. Alemania buscará en los pasillos del Bayerischer Hof nuevos apoyos a su alianza de tanques Leopard y Zelenski, que abrirá con un discurso, pedirá seguramente aviones de combate, lo que dará lugar a un debate sobre líneas rojas. Sin duda se hará espacio a la vía diplomática y la vista recae en el invitado que podría desempeñar un mayor papel a favor de la paz si su Gobierno mostrase voluntad para ello: el ministro de Exteriores chino Wang Yi. En el G20 de noviembre advirtió contra el uso de armas nucleares y, después de Múnich, visitará Moscú. Fuentes diplomáticas anotan que hay gran expectación por ver la química que pueda surgir entre Yi y los representantes del Gobierno de EE.UU. presentes en la Conferencia, Antony Blinken y Kamala Harris, a los que conocerá personalmente por primera vez. El derribo del presunto globo espía no ayuda, pero la relación que se establezca dará la media de la tensión entre las dos potencias.
