Esta noticia aparecio primero en ABC y todo el contenido les pertenece
Al cumplirse un año de la invasión de Ucrania, el conflicto generado por el onanismo imperialista de Rusia amenaza con transformarse en una Guerra Fría recalentada con trágicas consecuencias a escala global. Al mismo tiempo, el empeño occidental en no tolerar lo intolerable parece haber alcanzado un punto sin retorno. Por ahora, la comodidad que genera la equidistancia no está sirviendo como aliciente a la complicidad con esta guerra de agresión tan incomprensible y anacrónica. Por eso, a estas alturas no hay vuelta atrás en contraste con la normalización que disfrutó el Kremlin en Siria, Crimea y sus repúblicas del KGB en el Donbass. Esta vez resulta imposible pasar página. Al mismo tiempo, no hay un final negociado a la vista para la tragedia de Ucrania . En la búsqueda de una solución diplomática, faltan tres requisitos previos fundamentales. En primer lugar, no existe realmente lo que los especialistas en negociación llaman una Zona de Posible Acuerdo (ZOPA, en sus siglas en inglés). Los economistas nos dicen que la intersección entre demanda y oferta es el punto de equilibrio. El precio que Rusia exige es demasiado alto para Ucrania. Mientras que la cantidad que Ucrania está dispuesta a pagar por la paz es demasiado baja para Rusia. En segundo lugar, no hay ningún grado de confianza. Mientras que Vladímir Putin esté en el poder, es muy difícil creer que Rusia respetará ningún acuerdo durante demasiado tiempo. ¿Cómo puede confiar Ucrania cuando entre toda clase de nefandos crímenes contra la humanidad no dejan de robarle a sus niños, su cereal, su energía y su futuro? Es casi imposible iniciar un proceso formal de paz cuando ningún compromiso concebible puede justificar los sacrificios ya realizados y ninguna de las partes quiere dar la impresión de debilidad. En tercer lugar, no existe un mecanismo obvio para hacer cumplir o vigilar cualquier eventual acuerdo. Putin, en su retórica fascistoide, insiste en estar luchando contra Satán para salvar al mundo. En esos términos, no hay exorcistas suficientes en todo el planeta para actuar como fuerza de interposición.