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23 de julio de 2018: un grupo de 26 personas huyen de las llamas por las calles de la localidad de Mati (200 habitantes), en la región del Ática, al este de Grecia. El mapa urbano de Mati es un auténtico caos tras décadas de corrupción urbanística e ilegalidades en la construcción de viviendas. El grupo, que no encuentra un acceso al mar entre callejones sin salida, queda atrapado en un solar y, abrazados, se queman vivos. Madrugada del 1 de marzo de 2023: varios vagones de un convoy de mercancías con dos operarios y de tren con más de 300 personas a bordo arden tras un choque brutal, que deja 57 muertos en la línea Atenas-Salónica, en el municipio de Larisa. El jefe de estación presuntamente se había olvidado cambiar las agujas, dejando en evidencia, de este modo, la nula modernización de una infraestructura ferroviaria para la que la UE llegó a desembolsar en su día más de 700 millones de euros. Ambas catástrofes, más allá de la naturaleza de cada una de ellas, han sido y son catalizadores de la rabia de la sociedad griega; también, del oportunismo político. Hace cuatro años, la izquierda salió electoralmente escaldada; ahora, con unas elecciones generales en el horizonte, puede que la derecha se resienta seriamente en las urnas. El fin de Tsipras Cuando en el verano de 2018 ardía Mati, otros 15 incendios devoraban la región de Ática. Murieron, entonces, 102 persona s, entre ellas 11 menores, según unas cifras oficiales que no se hicieron públicas hasta meses después. Las críticas al entonces Gobierno de Alexis Tsipras, líder de Syriza, fueron inmediatas: la respuesta de los Servicios de Emergencias fue lenta, las rutas de evacuación habían quedado bloqueadas por las decenas de coches que intentaban salir de la zona y ningún representante gubernamental había presentado su dimisión. En las elecciones generales de 2019, los ciudadanos aún tenían fresca en al memoria la pésima gestión de los incendios y Tsipras no renovó legislatura. El partido conservador Nueva Democracia ganó con mayoría absoluta y formó Gobierno en tiempo récord, con Kyriakos Mitsotakis como primer ministro. La protesta se extiende Este pasado fin de semana, las calles de las principales localidades de Grecia, como sucedió un lustro atrás, se llenaron de ciudadanos indignados por una tragedia que se podía haber evitado. Además de asociaciones de estudiantes y grupos de ciudadanos, han sido varios los partidos políticos que convocaron concentraciones para protestar por el accidente de Larisa y pedir la dimisión del Gobierno de Mitsotakis. Entre ellas, destacaron la concentración silenciosa del pasado viernes, por iniciativa de Syriza, y las del partido comunista KKE, así como el de extrema izquierda, sin representación parlamentaria, Antarsía. El sábado, una manifestación multitudinaria en el centro de Atenas terminaba con disturbios entre la Policía y algunos de los manifestantes, en la que se vivieron momentos que recordaron a las grandes protestas de la época de la crisis financiera, cuando algunos violentos arrancaban los pavimentos de mármol de la ciudad para arrojárselos a los cuerpos de seguridad. Volvieron los gases lacrimógenos y los cócteles molotov. Los escándalos de Syriza Antes del desastre ferroviario, el foco político en Grecia estaba puesto en las cifras de las encuestas de intención de voto, que situaban a Syriza más de siete puntos por detrás del conservador Nueva Democracia. De hecho, pocos días antes del accidente, varios escándalos salpicaban al partido radical: el pasado 24 de febrero, un Tribunal especial declaraba culpable al exministro de Política Digital Nikos Papás por un delito de fraude en la concesión de las licencias de televisión en el año 2016. Era condenado a dos años de cárcel. Y el mismo día del accidente, Pavlos Polakis , encargado de la Comisión de Transparencia de Syriza, fue retirado de sus funciones tras una publicación en sus redes sociales en las que amenazaba a jueces, periodistas y otras personalidades públicas del país. El último golpe a al partido de Tsipras llegaba este sábado, con condena, por parte de un tribunal especial, del ex viceministro de Justicia Dimitris Papanguelópulos por un delito de prevaricación. Las cosas no podían pintar peor para el partido de la izquierda radical, que, ahora, está intentan obtener rédito político del trágico suceso de cara a las próximas elecciones generales de esta primavera. Igual que en su momento hizo Nueva Democracia con los incendios de Ática. Elecciones generales Estaba previsto que el pasado viernes, el Consejo de Ministros griego anunciara la fecha de los próximos comicios generales. Desde hacía meses, se hablaba del 9 de abril como día para las elecciones, previa disolución del Parlamento el próximo 10 de marzo. Tras el luto oficial de tres días por el que fueron cancelados todos los actos oficiales, se espera que esta semana se convoquen las elecciones en un clima de gran descontento ciudadano tras el mortal accidente de los trenes. Según el medio griego ‘Kathimeriní’, en este momento hay varios escenarios relacionados con la convocatoria de los comicios. Por un lado, mantener la fecha inicial del 9 de abril, si es que hoy llega el anuncio, y la disolución del parlamento el 10 o el 17 de marzo, lo que parece algo arriesgado dada la complicada situación política del país tras el siniestro. O bien que se celebren en el mes de mayo. La problemática radica en que, tras la anulación del bonus que concedía 50 escaños a la lista más votada, va a ser complicado que un partido consiga formar Gobierno tras la celebración de los comicios. Todo apunta a que serán necesarios unos segundos comicios que, según establece la ley griega, deben realizarse al menos 40 días después de los primeros. Un auténtico rompecabezas para el Gobierno de Mitsotakis en un momento en el que cuenta con un importante sector de la ciudadanía, entre ellos los jóvenes, en su contra.