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Desde agosto, tras brutales combates que han recordado a otro siglo, soldados rusos recién reclutados y sicarios de la Compañía Wagner han logrado rodear la ciudad de Bajmut por tres flancos. Y, sin embargo, a pesar de una sucesión de avances suicidas al estilo de la Primera Guerra Mundial, la ‘fortaleza Bajmut’ todavía sigue resistiendo, demostrando que los ucranianos (como los españoles) son gente que no se rinde fácilmente. De los 73.000 habitantes de esta localidad en la provincia de Donetsk todavía permanecen menos de 5.000 que se niegan a marcharse. Más de tres cuartas partes de la infraestructura de Bajmut ha quedado destruida. En sus calles desiertas solo quedan escombros y perros hambrientos. Desde finales del verano, no hay ni electricidad ni agua corriente. El puente principal sobre el río Bakhmutka ha sido volado. Y desde el mes pasado, las dos principales carreteras de acceso a la ciudad están al alcance del fuego ruso. Solamente queda abierta una ruta secundaria. La cruel ironía de esta batalla es que, a pesar de las enormes bajas sufridas por los dos bandos, Bajmut carece de cualquier relevancia militar. No es un punto estratégico en el mapa de esta guerra absurda. Su valor es simbólico. Para Ucrania, se trata de ganar tiempo y seguir empantanando a sus invasores. Para Rusia, se trata de lograr a cualquier precio una primera victoria significativa desde el comienzo del verano. Y dar un paso inicial para conquistar todo el Donbass y declarar lo más parecido a un balance satisfactorio para la agresión especial de Putin. Noticia Relacionada estandar Si La «infernal» batalla de Bajmut: por qué rusos y ucranianos se desangran por un enclave sin valor estratégico F.J. Calero Las tropas ucranianas están resistiendo heroicamente a pesar de la ofensiva rusa La gran mayoría de los civiles que permanecen en Bajmut son ancianos, sus cuidadores, los más pobres sin alternativas, y como señalaba ‘The Economist’, los más testarudos. Antes de convertirse en una terrible tierra de nadie, dos tercios de los vecinos se consideraban ucranianos pero la mayoría tenía el ruso como lengua materna. Pero más allá de los recuerdos de su identidad fluida, lo único que permanece en Bajmut es el hábito de resistir.