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Las afganas sólo estudian el Corán: «Es la única manera de ver a mis amigas»

Esta noticia aparecio primero en ABC y todo el contenido les pertenece

Son las 7 de la mañana en Kabul y como cada día Shagoufeli , de 21 años, se dirige a la mezquita más cercana de su casa. Allí, durante un par de horas, estudiará los textos coránicos. Desde hace unos meses, esa es la única vez en todo el día que la joven afgana puede salir de su casa para reunirse con sus compañeras. «Desde hace casi cinco meses no puedo ir a la universidad porque los talibanes lo prohibieron, por eso estoy yendo a la escuela religiosa. No me gusta, pero es la única manera de ver a mis amigas y seguir estudiando». Como Shagoufeli, están Medina (15 años), Fatemeh (17 años) o Sheila (13 años), y cientos de niñas y jóvenes en Afganistán que se han visto obligadas a cambiar su educación en un instituto o en la universidad por escuelas religiosas, en árabe, ‘madrasas’, donde estudian minuciosamente los textos islámicos . Algunas de esas escuelas están dirigidas por los talibanes. Otras, como a la que acude Shagoufeli en Kabul, no, pero las normas que tienen que seguir dentro de los centros sí que las imponen los fundamentalistas: vestimenta adecuada a las leyes islámicas (totalmente tapadas por un burka o un hiyab) y sin intercambio visual con el profesor. «Durante las clases estamos separadas las alumnas del profesor, porque así lo dictan los talibanes», explica Shagoufeli en un perfecto inglés durante una llamada telefónica ¿Y qué hacen en esas escuelas? ¿Qué lecciones les enseñan? Lecciones religiosas Durante todo el día, las alumnas pasan el tiempo memorizando el Corán y otros libros religiosos, cantan los versos hasta que se los aprenden de memoria y el profesor luego les pregunta la lección. «La mayoría de maestros no están de acuerdo en la decisión de prohibirnos estudiar en escuelas y en las universidades, pero siguen las normas. A veces, también hablan de la guerra, de la muerte… Antes, teníamos profesoras, pero ahora son solo hombres », cuentan estas jóvenes a través del teléfono. Noticia Relacionada estandar Si Mujeres afganas desafían a los talibanes con una protesta en Kabul: «Seguiremos luchando» Carlota Pérez Con motivo del Día de la Mujer, las afganas han salido a las calles de Kabul para reivindicar sus derechos y pedir al mundo «que no nos olviden» No les han quedado muchas opciones a las jóvenes en Afganistán para seguir estudiando: o se quedaban en casa o se matriculaban en una de estas escuelas religiosas. «Nuestras hijas iban a la escuela, soñaban con ser periodistas, médicos o abogadas, pero ahora solo tienen dos opciones: quedarse en casa o ir a las madrasas», explica Mahjuba, activista por los derechos de las mujeres en Afganistán. Ella tiene una hija de ocho años y ha decidido educarla en casa . Sin embargo, otras familias no tienen ni los medios ni la capacidad para hacerlo. La vuelta del fundamentalismo religioso a Afganistán, con el retorno talibán en agosto de 2021, ha significado el ostracismo total para las mujeres afganas. Una niña afgana trabaja en una fábrica de ladrillos en la región de Nangarhar AFP Empezaron con los lugares públicos: las mujeres no podían acudir a parques o gimnasios. Siguieron con la educación: en octubre, los talibanes prohibieron a las adolescentes acudir a las escuelas secundarias y, en diciembre, la prohibición se extendió a las universidades. Los vídeos de jóvenes llorando frente a sus escuelas se volvieron virales por las redes sociales y mostraban la desesperación y tristeza de las estudiantes que veían su presente y su futuro supeditado a las normas de los talibanes. «Ese día de octubre fue el peor de mi vida », cuenta Sheila. «Nos dimos cuenta que nuestro futuro se había acabado. Lloré mucho». Expulsión de la vida pública Ese veto a las estudiantes era ya la culminación de la expulsión absoluta de las mujeres de los cursos secundarios y superiores de formación. No así de la educación religiosa. «Debido al cierre de las escuelas, el número de estudiantes (mujeres) ha aumentado alrededor de un 40 por ciento », contaba a la agencia Reuters Mansour Muslim, director de una madraza de chicas adolescentes en el norte de Kabul. El anterior Gobierno de los talibanes, respaldado por la comunidad internacional, publicó en enero de 2021 que había registrado cerca de 5.000 madrasas en todo el país, con un total de 380.000 alumnos, de los cuales 55.000 eran mujeres . Esas escuelas religiosas son más comunes en los pueblos de Afganistán que en las ciudades, donde durante los 20 años de presencia internacional las escuelas secundarias y universidades habían aumentado considerablemente. El número de alumnas en las madrasas aumentó un 40 por ciento, según el director de uno de esos centros en Kabul El anterior Gobierno afgano carecía de recursos para dotar de educación en las áreas rurales y esto permitió a las escuelas religiosas, mantenidas en gran medida por donaciones privadas, aumentar su influencia. Históricamente, la mayoría de los estudiantes, varones, provienen de familias pobres , y, para ellos, las madrasas son una institución importante. A veces se convertía en la única manera de que niños con pocos recursos obtuvieran una educación, alojamiento y ropa. Con el retorno de los talibanes al poder, tiene sentido que las escuelas religiosas vuelvan a ser importantes. Los talibanes, ‘estudiantes’ en pastún, surgieron en la década de los 90 entre los estudiantes de las madrasas de línea dura en Pakistán. Ahora, y de manera difícil de precisar, el número de chicas en las escuelas religiosas está creciendo. Según los testimonios recogidos por ABC, el acudir a estas escuelas no es tanto para conocer los textos coránicos, sino una manera de reencontrarse con amigas y seguir estudiando. El portavoz del Ministerio de Información, Abdul Maten Qanee, aseguró hace unas semanas que el Gobierno afgano no se opone a que las niñas tengan educación secundaria. Sin embargo, señaló «varios problemas a superar», como que las niñas no cumplen con algunas interpretaciones de la vestimenta islámica y que no van acompañadas por tutores masculinos. La cara ‘amable’ que no fue Esa propaganda fue utilizada en los primeros meses tras la toma del país, cuando los talibanes trataron de ofrecer una imagen moderada . Un intento por mostrar una cara más ‘amable’ hacia la comunidad internacional y tratando de hacer olvidar las atrocidades y las violaciones de derechos humanos que llevaron a cabo en su etapa anterior. Sin embargo, ese reconocimiento no llegó y un año y medio después esa moderación queda muy lejos de la realidad, cuando el régimen fundamentalista ha ido privando de forma progresiva a las afganas de los pocos derechos de los que aún disfrutaban. En los últimos veinte años, las mujeres llenaron los pasillos de las universidades; viajaron libremente por todo el país y se unieron a casi todos los sectores profesionales: militar, judicial e incluso llegando a ocupar puestos en el Gobierno. Los talibanes insisten en que sí dejan a las mujeres estudiar, pero «si cumplen las normas de vestimenta y comportamiento» Antes de la caída de Kabul en 2021, un día normal en la vida de Mahboba, otra activista afgana de 25 años, era ir al gimnasio, acudir a sus clases de Psicología en la Universidad de Kabul y tomarse un té con sus amigas en alguna tetería del centro de la ciudad. Ahora, cuenta a este periódico a través del teléfono, vive escondida en su casa desde que recibió amenazas de muerte . «Salí a protestar por el cierre de las universidades para las mujeres y desde entonces me amenazan», cuenta con un hilo de voz. El pasado noviembre, los fundamentalistas detuvieron arbitrariamente a varias destacadas defensoras de los derechos humanos para frenar las movilizaciones y crear terror. Entre ellas estaban Zarifa Yaqoobi, Farhat Popalzar y Humaira Yusuf. De momento, nada se sabe de ellas, y las que siguen luchando por los derechos de las mujeres se mantienen escondidas, pero no calladas. «Corremos peligro, lo sabemos», dice Mahboba, «pero tenemos que seguir alzando la voz, que el mundo no se olvide de las mujeres afganas. Seguimos aquí». 

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